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Ensenada, B.C., Mexico
Estudiante. Administración de la Mercadotecnia. Cetys Universidad. Consumidora.

lunes, 21 de febrero de 2011


A Mcdonalds story...

Hay ocasiones en las que te ves obligado a esperar, a detener tus planes y vegetar por dos o tres horas antes de que puedas terminar tus asuntos y seguir con tu camino; esas veces en las que no vale la pena regresar a lo que estabas haciendo por que quizás quede muy lejos o no terminarías nada de todas formas, quizás quieres cuidar tu gasolina o lo que sea... Dentro de esta materia, los verdaderos expertos se encuentran en el IMSS, nadie tiene menos consideración con tu tiempo que un trabajador del seguro; de ninguna forma comenzaré a enumerar las tantas ocasiones y las causas bajo las cuales me han hecho esperar por horas... aunque si tengo tiempo para hacerlo, ya que en realidad escribo esta entrada desde un Mcdonalds, mientras me tomo un café que por el sabor podría ser del seven eleven, esperando, por fin, mi cita con el médico familiar.

Tengo que admitir que hay cierta magia en este tipo de momentos. Hay algo que realmente me atrapa y me gusta, puede ser por una parte el hecho que desde que me lastimé no salgo muy seguido, pero no, creo que es algo más. Es quizás el hecho infalible de que cuando sales de la rutina de este modo y no tienes nada que perder puedes aprender algo inesperadamente. 

Desde mi mesa en el interior del establecimiento y junto a la ventana, escucho detrás de mí una enérgica conversación entre una señora  mayor y un joven de unos 30 años. Ambos de apariencia más o menos humilde y de un vocabulario bastante sencillo, hablaban sobre lo que parecía ser una idea de negocios; sin embargo, más que ser una conversación el evento caería en la categoría de monólogo, era la señora, quién tomaba la batuta de la conversación. 

No era mi intención inmiscuirme tanto en su discurso, sí, estaba aburrida pero por lo general hubiera googleado mil cosas diferentes antes de que mi atención recayera en tan peculiar personaje. Sin embargo mientras devoraba mi hashbrown, fue cierta combinación de palabras lo que atrapó mi atención "Chingado, ¡Lo que te estoy diciendo es que esta es una gran oportunidad de negocios! Lo único que necesito son 4,000 dlls, eso es todo".

La señora siguió hablando sobre dinero, planes de financiamiento y tasas de interes, también habló sobre sus planes de ventas, sus posibles clientes y sus estrategias de marketing. Estoy hablando de una señora de la tercera edad, entre sus 50-60 años, que también conocía los medios sociales y el e-marketing, en la señora no cabía la menor duda de que su negocio sería rentable y de que ella trabajaría al frente de la compañía para hacerla todo un éxito. Seguí medio escuchando sus cifras, estadísticas, estudios de mercado; esta señora sin preparación universitaria y con acento mexico-americano, es quizás la persona más emprendedora que he visto en los últimos años.

Soy una estudiante de mercadotecnia sorprendida, mi generación está llena de personas jóvenes, inteligentes, con medios y con ideas. Pero nunca he escuchado hablar a alguien en mi clase sobre sus planes de negocio de la manera en que esta señora lo hacía. Segura y preparada, completamente encaminada hacia su propósito. No me es difícil imaginar a esta señora detrás de un gran escritorio en una muy buena oficina y sin embargo no puedo decir lo mismo de mi o de otras personas de mi generación. A comparación con la señora emprendedora, todos parecemos estar dormidos. 

Unos 15 minutos después, cuando el monólogo de la señora decaía poco a poco asomándose a su fin, el jóven frente a ella tomó la palabra y le contestó "Aún así señora Torres, no nos está dando prueba de que tiene ingresos para mantener a este niño, lo siento pero no podemos autorizarle la adopción, si así lo desea nos vemos el mes que viene, mientras tanto puede seguir visitando al niño en la casa hogar". Me costó un poco de trabajo atar cabos en esta historia, la señora permaneció en silencio un instante, obviamente no iba a voltear para ver su reacción, lo que escuché después me conmovió infinitamente, la señora le aseguró al jóven (que ahora caigo en cuenta era un trabajador social), con florido vocabulario y en forma un tanto amenazadora (pero al borde del llanto) que ella conseguiría al financiamiento para su negocio, que sería exitosa y que se llevaría al niño con ella para darle todo. 

Si... casi lloré sobre mi Mctrio, pero entonces me di cuenta de la gran diferencia entre el estudiante de negocios promedio y esta señora, la sola y simple característica que suele ser indispensable para alcanzar cualquier cosa, PROPÓSITO. Ójala y yo tuviera un propósito tan grande por que quizás así me empujaría a lograr todo lo que sé que es posible. ¡No manches! ¿10:20? mi cita es a las 10:30... ¡a correr! 

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